Además de las remesas simbólicas y económicas, de las que hemos encontrado numerosas investigaciones escritas, otro acto común de cuidado es la práctica de comunicaciones frecuentes con sus hijos y familias en el país de origen. Los padres sienten que la comunicación con la familia de origen es una obligación parental que ayuda a paliar el dolor y la soledad de la distancia y la amenaza psicológica de perder el rol de padre o madre.
En cuanto a otras dinámicas afectivas en la familia transnacional, esta sensación de pérdida y renegociación del rol no son percibidas sólo por los padres, sino también por sus hijos, familiares y otras personas de las redes sociales de los padres.
Las comunicaciones a través de las TIC ayudan a llenar la distancia, creando un "sentimiento de unión" y "una esfera social virtual o imaginativa”. En un contexto transnacional, las comunicaciones familiares se convierten en una "norma de protección" contra "la ira y la traición" y la sospecha de "secretismo y deshonestidad". Por lo tanto, la calidad más que la frecuencia de la comunicación es crucial para evitar "una creciente sensación de distancia emocional" entre el progenitor o progenitores que se van y los cuidadores e hijos en el país de origen.
Las prácticas de comunicación y su capacidad para mitigar la distancia deben contextualizarse en el funcionamiento y el bienestar de la familia. Por ejemplo, "aunque el teléfono móvil puede contribuir a aumentar la cooperación entre los padres excluidos y las madres migrantes, la mayoría de las veces amplifica la complejidad de unas relaciones de poder conyugales ya de por sí complicadas”.
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